Esta es mi cama, dónde deposito mis sueños, donde muchos no han querido y otros anhelaban morir, dónde la soledad y abandono duele más que la enfermedad.
Nunca comprendí a quien no tuvo una cama bien hecha, no se puede uno meter en la cama perenne y arrugada porque salen escaras, los niños olvidan los calcetines debajo de su colchón, el ratón Peréz nunca llega a casa de un pobre, ni los Reyes Magos dejan los regalos en el balcón de quien no tiene más que un Ventanuco mal puesto, o en un trozo de cartón con una manta veraniega y inverna. Muchos celebran su cumpleaños en la cama en ese día que llega, como todos los días, pero alguien se ha parado a saber de dónde vienen los números, las dimensiones, lo creado, lo oculto, ciegos ojos del que no contabiliza, cada árbol, cada tejado, cada farola, cada monumento, ciego el que desprecia una cama, un suelo, y prefiere un huevo duro adentrando se en la montaña, por capricho, con ansias de matar un hambre ficticia, un hombre una mujer, un niño. cada lata que no se compra en los supermercados, que no comen los pobres ni los gatos, ni los perros, ni los ricos. Una cama, un número no elegido. una estrella que no es María, un barco que no es la Iglesia, una cruz que si es Cristo. Eso temo una cama, un número y una estrella. Eso temo que se caigan los edificios, que vuelvan las lamparas y esta vez no haya un médico, ni un padre, ni una madre, que vele esa cama, ni un ángel, ni una Virgen, que en su lugar haya un esquelético cuerpo llamado Hambre. Ese monstruo que no tiene razón que ha acabado de reír esa risa que se carcajea y que no ha aprendido del pasado, que puede llegar en un futuro y que sólo cuesta una pluma, un bolígrafo una papel y una firma.

Esta es mi casa no la conviertas en era. Esta es mi cama, no metas perros salvajes en ella.
Dedicado al hambre, la pobreza y la guerra, en todos los sin sentidos.